Y quiebro, reduciendo a cenizas, el cielo
plomizo, a veces tan inconexo.
Me abstraigo en el intento
de esbozar una nueva vida,
pero
desfallezco
y
caigo.
Renuncio al futuro.
Me retrotraigo a la posesión más remota.
Entonces me siento a escribir
a la muerte
al deseo.
Sin embargo.
En ese instante es cuando termina la vida y empieza el recuerdo.